Muchas personas creen que el equilibrio emocional es solo cuestión de unos rasgos concretos de personalidad. Sin embargo, la mayor parte radica en un esfuerzo personal, un trabajo constante sobre sí mismo por lograr dicho estado de bienestar.
¿A qué nos referimos con el término equilibrio emocional?
En psicología, consideramos que una persona está equilibrada emocionalmente cuando es capaz de dar una respuesta adecuada a las demandas de su entorno.
Con dar una «respuesta adecuada» nos referimos a mantener cierta estabilidad en lo que se refiere al humor, emociones y sentimientos, reaccionando de manera proporcionada a las distintas situaciones que se vayan presentando, manteniendo un adecuado autocontrol.
Por lo contrario, decimos que una persona no está equilibrada emocionalmente cuando se muestra por ejemplo excesivamente sensible ante acontecimientos que no requieren de tal intensidad emocional, reacciona con estallidos de ir ante un gran número de situaciones, se derrumba emocionalmente ante cualquier evento, presenta marcadas oscilaciones emocionales, problemas con el control de impulsos…
¿Cuáles son las consecuencias del equilibrio emocional?
Las consecuencias positivas son muchas, algunas de ellas se detallan a continuación:
- Nos ahorramos el sufrimiento, minimizando el dolor tanto emocional como físico.
- Probablemente consigamos tener unas mejores relaciones sociales.
- Conseguiremos ser más productivos, algo que repercutirá de forma muy positiva en nuestro trabajo diario.
- Poseeremos una mayor capacidad de automotivación, haciendo mucho más probable que consigamos un mayor éxito en nuestra vida en general.
Pautas para lograr el equilibrio emocional
- Conócete a ti mismo y acéptate tal y como eres, el autoconocimiento es el primer paso para laautoaceptación. Es importante conocer nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades, evitando clasificarnos en categorías, e intentar disfrutar en vez de estar probándonos constantemente.
- Desarrolla tu inteligencia emocional. Aprende a identificar tus emociones, obsérvalas, escucha que información te transmiten y procura expresarlas de una manera adaptativa. También es importante en este sentido desarrollar nuestra capacidad de empatizar, es decir, aprender a ponernos en la situación del otro, entendiendo lo que los demás sienten.
- Acepta la incertidumbre. Vivimos en un mundo incierto y probabilístico, ¿lo bueno? que no necesitamos saberlo todo para vivir, y vivir bien.
- Elige ser realista. Acepta que la adversidad existe. Pretender obtener siempre lo que uno desea evitando cualquier tipo de malestar emocional es una auténtica utopía.
- Sé flexible. Las personas con un mayor bienestar emocional evitan establecer reglas rígidas e inalterables, tanto para ellos como para los demás. Es importante mantener posturas flexibles, estando abiertos al cambio.
- Abandona tu zona de confort, atrévete a asumir determinados riesgos y deja que la vida te sorprenda. Es fundamental perder el miedo a explorar nuevos horizontes, intenta ser aventurero sin tener que ser por ello temerario.
- Quiérete mucho. Aunque el preocuparse por otras personas puede resultar muy positivo, esto no debe suponer el renunciar al propio cuidado. Anteponer las necesidades de los demás a las propias no suele ser una buena opción, así que procura mimarte.
- Realiza actividades agradables. Aquellas personas que poseen un mayor número de actividades en su vida que les resultan placenteras, tienen una menor probabilidad de desarrollar problemas emocionales. Invierte tiempo en aquello que te genera bienestar. Recuerda que la satisfacción más importante la obtenemos de las pequeñas acciones que pueden repetirse frecuentemente y no tanto de lo que tan solo podemos realizar de manera puntual