El Acoso Escolar o Bullying es un fenómeno conocido (y reconocido) por prácticamente todas las esferas de la sociedad y sobre lo que se está interviniendo desde hace ya un tiempo (principalmente desde el contexto educativo). Aún así, las cifras siguen siendo tremendamente preocupantes ya que, lejos de bajar, continúan en aumento, sobre todo en su modalidad virtual «ciberbullying».
¿En qué consiste exactamente el bullying o acoso escolar?
- Las agresiones se producen de forma reiterada y durante un tiempo prolongado.
- Hay una clara desigualdad de poder entre el agresor y la víctima. El agresor establece una relación de dominio-sumisión sobre la víctima.
- La agresión supone un dolor de forma sostenida, ya que crea la expectativa en la víctima de poder ser blanco de futuros ataques.
¿Sobre qué aspectos no estamos prestando la suficiente atención?
- Trabajo a nivel emocional con todos los alumnos de forma continuada. A los niños se les enseña a gestionar sus emociones haciendo especial hincapié en el desarrollo de la empatía (factor de prevención de las conductas violentas).
- Inclusión de los posibles testigos en la intervención. Aún con una excelente campaña de prevención, habrá casos de acoso y, para vencerlos cuanto antes, se trabaja con todos los niños para que sepan cómo actuar llegado el caso. Además, los centros ponen a disposición de sus alumnos un buzón virtual en el que pueden denunciar posibles casos de acoso bajo el anonimato.
- Formación del profesorado. El objetivo es dotar a los docentes de las herramientas necesarias para prevenir, intervenir o hacer un correcto seguimiento de los casos de acoso.
- Charlas para padres. Padres y madres deben ser parte activa en la lucha contra el bullying y para ello es necesaria una adecuada formación. Abarcar este problema desde el ámbito familiar puede contribuir a que tales cifras disminuyan.
En resumen, se trata, en primer lugar de entender que el acoso escolar no es «cosa de niños», ya que dichas conductas generan en la víctima un intenso malestar emocional y físico, que muchas veces se traduce en trastornos psicológicos e incluso, en situaciones más graves, en suicidio.
Una vez comprendido esto, es momento de asumir nuestra parte de responsabilidad en ello, entendiendo que el trabajo emocional debe ser una prioridad para el correcto desarrollo de nuestros niños y adolescentes. Todos somos parte de la solución, y para ello debemos educar a nuestros menores conforme a valores como la empatía, solidaridad, tolerancia… ya que este será el mejor antídoto a cualquier tipo de expresión violenta.